Por Roberto Lares En el contexto actual de la transición energética, donde República Dominicana ha apostado decididamente por una matriz con mayor participación de fuentes renovables, surge una pregunta fundamental: ¿está nuestro sistema eléctrico preparado para operar con altos niveles de energía intermitente como el sol y el viento? La respuesta, aunque esperanzadora, requiere matices. […]
Por Roberto Lares
En el contexto actual de la transición energética, donde República Dominicana ha apostado decididamente por una matriz con mayor participación de fuentes renovables, surge una pregunta fundamental: ¿está nuestro sistema eléctrico preparado para operar con altos niveles de energía intermitente como el sol y el viento?
La respuesta, aunque esperanzadora, requiere matices. Si bien la integración de energías limpias representa un avance en términos ambientales y de competitividad, no podemos ignorar que su variabilidad natural supone un reto técnico de grandes proporciones.
Es aquí donde los motores de última generación juegan un rol estratégico: garantizan la estabilidad del sistema cuando las renovables no generan, y lo hacen con una eficiencia que supera ampliamente las tecnologías tradicionales.
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La última innovación en esta línea proviene del desarrollo de motores de gran escala que, más allá de su capacidad para generar energía de forma continua, han sido diseñados específicamente para respaldar sistemas eléctricos con alta penetración renovable.
Estos motores no solo pueden arrancar en cuestión de minutos –una ventaja clave cuando el viento cesa o el sol se esconde–, sino que además son escalables, modulares y compatibles con combustibles sostenibles. Es decir, su aporte va más allá de lo técnico: son una herramienta de transición hacia un sistema 100% descarbonizado.
República Dominicana, con sus metas de reducción de emisiones y su creciente instalación de plantas solares y eólicas, necesita urgentemente este tipo de soluciones. Actualmente, el país depende aún en gran medida de tecnologías de generación inflexibles y de combustibles fósiles importados, lo que lo hace vulnerable ante fenómenos como el alza de precios internacionales o la intermitencia de las renovables.
En 2023, la capacidad instalada en el país superó los 5,000 MW, con aproximadamente un 25% proveniente de fuentes renovables (Oficina Nacional de Estadística -ONE- de la República Dominicana). El crecimiento acelerado de esta participación en la matriz energética exige que el sistema eléctrico se adapte con tecnologías que no solo generen electricidad, sino que también aporten flexibilidad operativa. Los operadores de plantas de generación renovable en República Dominicana ya sufren de vertimientos de energía, lo cual afecta la viabilidad financiera de esos proyectos y debilita los incentivos a los inversionistas para seguir apoyando la transición energética, por esto es importante aumentar la flexibilidad en el corto plazo.
La flexibilidad, en este contexto, se refiere a la capacidad del sistema para responder de forma rápida y eficiente a variaciones en la oferta y la demanda, garantizando estabilidad sin comprometer la sostenibilidad.
Diversos estudios internacionales (entre los que destaca los realizados por la Agencia Internacional de Energías Renovables -IRENA-) han demostrado que un sistema energético con alta penetración de renovables necesita de una capacidad flexible para operar de manera segura.
En República Dominicana, esta proporción aún no se ha alcanzado, lo que evidencia una brecha técnica que debe ser atendida con urgencia si se quiere evitar una futura inestabilidad operativa o una dependencia innecesaria de tecnologías obsoletas o contaminantes.
El debate sobre el futuro energético del país no debe centrarse únicamente en cuántos megavatios renovables instalamos, sino en cómo garantizamos que esa energía llegue de manera confiable, económica y sostenible a los hogares, industrias y comercios, incluso cuando el sol no brilla o el viento no sopla.
En ese sentido, los motores avanzados no compiten con las renovables: las hacen posibles. Son el aliado silencioso que estabiliza la red, respalda la seguridad energética nacional y, al mismo tiempo, prepara el terreno para una descarbonización completa.
La transformación energética en República Dominicana necesita más que buenas intenciones. Requiere decisiones estratégicas basadas en datos, eficiencia y visión de largo plazo. Los motores del futuro ya están aquí. Ahora es el turno del país de ponerlos en marcha.
Roberto Lares se desempeña como Business Development Manager en Wärtsilä.
Las opiniones expresadas en este artículo son exclusiva responsabilidad de su autor y no tienen que ver con la posición de Forbes República Dominicana.