Luego de la tormenta que desató el Proyecto de Modernización Fiscal, aprovecho la calma de los días transcurridos para compartir siete aprendizajes clave que obtengo de esta coyuntura. Pero, primero, debo aclarar que este análisis no pretende señalar culpables ni errores, sino construir a partir de la experiencia y resaltar lecciones que puedan mejorar futuras […]
Luego de la tormenta que desató el Proyecto de Modernización Fiscal, aprovecho la calma de los días transcurridos para compartir siete aprendizajes clave que obtengo de esta coyuntura. Pero, primero, debo aclarar que este análisis no pretende señalar culpables ni errores, sino construir a partir de la experiencia y resaltar lecciones que puedan mejorar futuras iniciativas en el ámbito de las políticas públicas.
Hay que decir que hubo aciertos. Fue prudente el rebranding de “modernización fiscal” por el de simple reforma fiscal; pues, efectivamente, y en ello parece haber cierto consenso, se trata de hacer ajustes estructurales que garanticen la estabilidad del país.
Esto aunado a la sombrilla comunicacional de “Pacto Ideal” esbozaron las primeras líneas de un mensaje de propósito compartido: la tarea común de empujar en la misma dirección de orden financiero, competitividad y desarrollo de la República Dominicana. Pero, insisto, se trató apenas de unos esbozos que ameritaron mucho más desarrollo y consistencia.
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Otro punto positivo fue el uso de un espacio como LA Semanal, que sirvió para informar detalles del proyecto. Pero, como veremos a continuación, no ha debido ser el único foro ni haber elegido a un único vocero calificado sobre la modernización fiscal.
Las siguientes siete recomendaciones buscan contribuir con el fortalecimiento de la gobernanza fiscal del país, a través de estrategias más participativas, efectivas y orientadas al bien común:
- ¿Cómo armar una propuesta de valor: hermetismo versus socializarla con actores claves?
Lo técnico de un asunto no es excusa para evitar dirimir los grandestemas nacionales en sociedad. La reforma es un asunto relevante; y en República Dominicana funciona socializar las propuestas a través de representantes de los sectores productivos, académicos, políticos y sociales comprometidos con una discusión de altura, como en definitiva merece el país. - Lograr concesiones con sectores estratégicos.
Una reforma fiscal amerita una negociación que permita la capacidad de maniobra del gobierno con los sectores productivos, y viceversa. Es imperativo comenzar a establecer puentes tempranos entre interlocutores efectivos.
- Identificar un propósito.
Hacer cambios en materia fiscal es impostergable. Pero esto debe partir de un propósito compartido que asegure que todos los sectores entienden y respaldan la necesidad de dichas transformaciones.
- Transparencia al aplicar "pedagogía social" vía ecosistema de medios disponible y con voceros que conecten.
Abrir un proceso consultivo de diálogo distendido y traducir a distintos sectores la reforma fiscal y sus impactos, liderando la conversación con una narrativa creíble y simple, puede contribuir al éxito de un proyecto de esta magnitud.
- Timing: crear momentum.
Una medida como la reforma fiscal no debía competir, en términos de atención de la opinión pública, con otras reformas, leyes o medidas de relevancia para el país.
- Cohesión y alineamiento de voceros.
A lo interno, es necesaria la cohesión entre los voceros del gobierno en torno a un paso tan determinante para la sociedad y que demanda un compromiso extraordinario de parte de la población, con una cuota de sacrificio, sudor y tolerancia (valga su paráfrasis histórica).
- Monitoreo y efectividad.
Este proceso requiere un sistema de medición efectiva en cada una de sus etapas para calibrar mejor los mensajes, el impacto en imagen del gobierno y las voces de la ciudadanía.
No estoy “inventado la rueda”, todos los involucrados conocen estos pasos, los han ejecutado en el pasado y saben cuándo reforzar uno que otro proceso. A través de estos diálogos y trabajo conjunto hemos construido un presente más participativo y cohesionado.
Creo fervientemente que la solución está entre nosotros. En el pasado, hemos sido capaces de articular y estructurar proyectos a través del diálogo constructivo; más recientemente, el COVID19 nos hizo unirnos y atacamos la situación de forma conjunta (sector público y privado), y todos conocemos los resultados.
Estamos frente a una oportunidad de oro (y no frente a un desfiladero, como algunos quieren hacerlo ver) para cohesionar a la sociedad dominicana en torno a objetivos mayúsculos en materia de desarrollo económico y social.
Por Eduardo Valcárcel, publicista, mercadólogo y especialista en comunicación estratégica, managing partner de NewLink Group.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de su autor y no tienen que ver con la opinión de Forbes República Dominicana.