Mientras el mundo avanza hacia una economía baja en carbono, la transición energética se ha convertido en una prioridad para muchas naciones. En el Caribe, República Dominicana se destaca por sus esfuerzos para transformar su matriz eléctrica, reducir la dependencia de combustibles fósiles e integrar energías renovables. Sin embargo, esta transformación requiere infraestructura capaz de […]

Mientras el mundo avanza hacia una economía baja en carbono, la transición energética se ha convertido en una prioridad para muchas naciones.

En el Caribe, República Dominicana se destaca por sus esfuerzos para transformar su matriz eléctrica, reducir la dependencia de combustibles fósiles e integrar energías renovables.

Sin embargo, esta transformación requiere infraestructura capaz de manejar la variabilidad inherente a estas fuentes, especialmente en un entorno con desafíos climáticos y operativos únicos. Aquí es donde la tecnología flexible juega un papel clave, asegurando estabilidad y confiabilidad para un desarrollo económico sostenible.

Por Marcelo Barthaburu

República Dominicana enfrenta retos singulares: dependencia de fuentes fósiles como gas natural y petróleo, sequías que afectan la generación hidroeléctrica, e intermitencia en el potencial solar y eólico. Esto demanda tecnología que equilibre la red cuando estas fuentes no estén disponibles.

La tecnología flexible, especialmente en plantas con motores modulares de respuesta rápida, ofrece soluciones óptimas para integrar renovables, reducir emisiones y mantener un suministro constante.

La flexibilidad operativa de las plantas modernas permite ajustar rápidamente la generación eléctrica según la disponibilidad de energía renovable.

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En proyectos implementados en la región, los motores modulares operan en diferentes niveles de capacidad y pueden encenderse y apagarse varias veces al día, adaptándose a las fluctuaciones de la red. Esto resulta crucial en contextos insulares donde la infraestructura es limitada y los picos de demanda deben ser atendidos sin desperdiciar combustible.

En República Dominicana, esta tecnología permitiría optimizar la integración de energía solar y eólica, incrementando la generación en momentos de alta demanda o baja disponibilidad de renovables.

Su capacidad de balanceo continuo maximiza el aprovechamiento de las energías limpias sin comprometer la estabilidad de la red, permitiendo al país avanzar hacia un sistema más limpio y seguro.

El papel de la tecnología flexible

El país ha establecido metas ambiciosas de reducción de emisiones, alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y compromisos climáticos internacionales. Sin embargo, estas metas requieren más que instalar paneles solares o turbinas eólicas; necesitan una infraestructura diseñada para responder a la intermitencia de estas fuentes de manera eficiente.

La tecnología flexible, basada en motores a gas de alta eficiencia, no solo respalda las renovables cuando no están disponibles, sino que también reduce la dependencia de combustibles fósiles. Proyectos en la región demuestran cómo estas tecnologías permiten una transición hacia una matriz energética diversificada, minimizando el impacto ambiental mientras aseguran el suministro.

A diferencia de las plantas térmicas de ciclo combinado, que están diseñadas para operar en carga constante y carecen de flexibilidad, los sistemas modulares pueden ajustarse rápidamente a las necesidades de la red, evitando desperdicios de energía renovable.

Sostenibilidad hídrica

Además de su capacidad para integrar renovables, la tecnología flexible ofrece ventajas en sostenibilidad. Comparada con plantas de ciclo combinado tradicionales, que requieren grandes cantidades de agua para enfriamiento, los motores modulares necesitan una fracción del recurso hídrico. Esto es fundamental en una región donde la disponibilidad de agua es limitada y su gestión es crucial para el desarrollo sostenible.

Preparando la infraestructura

Un beneficio clave de la tecnología flexible es la resiliencia que aporta al sistema energético. A medida que aumente la capacidad renovable en el país, estos motores facilitarán la integración de más energía solar y eólica sin comprometer la estabilidad de la red ni generar vertimientos de energía.

Esta adaptabilidad convierte a la tecnología flexible en un activo estratégico para la transición energética de la isla, asegurando que el país esté preparado para expansiones futuras en generación renovable.

En última instancia, un sistema energético flexible fortalece la seguridad energética de República Dominicana, proporcionando infraestructura capaz de adaptarse a desafíos futuros.

Este modelo escalable y adaptable no solo minimiza el uso de combustibles fósiles, sino que también apoya las metas de descarbonización del país, promoviendo un equilibrio entre innovación y sostenibilidad.

La tecnología flexible es esencial para la descarbonización del sector eléctrico en República Dominicana. Con una infraestructura que equilibra las energías renovables y fortalece la resiliencia del sistema, el país puede liderar la transición hacia una economía baja en carbono en la región.

Este enfoque no solo fomenta la sostenibilidad, sino que asegura un futuro energético limpio, estable y preparado para los retos del mañana.

Marcelo Barthaburu es managing director Wärtsilä República Dominicana

Las opiniones expresadas en este artículo son única responsabilidad de su autor y no tienen que ver con la opinión de Forbes República Dominicana.