Replicar las reformas de los 90, con transformaciones profundas, acorde con los tiempos, sería el mejor legado que podrían dejar las autoridades del país para la sociedad actual y para las generaciones futuras.
La República Dominicana tiene, en la coyuntura actual, una oportunidad trascendental para realizar importantes transformaciones estructurales. Las autoridades electas en mayo pasado han anunciado una reforma fiscal y reformas estructurales. De producirse estas reformas, bien diseñadas y acorde con las necesidades de la economía, el país podría encaminarse por una nueva senda de desarrollo, tal y como sucedió en los años 1990.
El conjunto de reformas que inició en 1991 fue un legado de las autoridades del momento. Las transformaciones llevaron al país por una senda de desarrollo diseñada para aumentar la prosperidad por medio de mayor capacidad de ahorro, inversión, producción, empleos productivos, ingresos superiores y consumo. En adición, se produjo un cambio en el manejo de las finanzas públicas: mayores ingresos y control del gasto condujeron a la estabilidad fiscal, un sello de la década.
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¿Cuáles fueron esas transformaciones? El país experimentó una reforma arancelaria, una tributaria, tuvo una ley de inversión extranjera, un nuevo código laboral, la reducción del peso del estado en la economía por medio de la capitalización de empresas públicas, entre otros avances. En adición, República Dominicana contó con adelantos en las instituciones y en el ordenamiento jurídico.
La pobreza se redujo de 52.5% en 1992 a 39.4% en 1997. En solo cinco años, sin programas de transferencias o subsidios, es decir, fruto de nuevos empleos y de mayores ingresos, la tasa de pobreza se redujo al ritmo de más de dos puntos y medio al año. El desempleo se redujo de 23.0% en 1990 a 13.9% en el año 2000. Sin embargo, luego de 23 años, ese mismo indicador de desempleo ampliado ronda 11.5%. Poco se ha avanzado.
El ingreso en términos reales creció 34% entre el año 1991 y el 2000. Luego de la implementación de la ley de inversión extranjera, el monto de inversión como porcentaje del PIB pasó de 2.53% a 6.16% en 1999. En la actualidad esa cifra ronda entre 3.4% y 3.6%. Por otro lado, la deuda se contrajo un 28% en la década. Solo en dos años se produjeron déficits del sector público no financiero, en 1996 y en el 1999.
Replicar las reformas de los 90, con transformaciones profundas, acorde con los tiempos, sería el mejor legado que podrían dejar las autoridades del país para la sociedad actual y para las generaciones futuras. Con reformas bien diseñadas, los resultados serían visibles en pocos meses y los resultados de desarrollo serían evidentes. A futuras autoridades les sería difícil revertir dicho legado porque la ciudadanía se beneficiaría de las transformaciones y se opondría a contrarreformas.
Por Miguel Collado Di Franco, vicepresidente ejecutivo del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES).
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de su autor y no tienen que ver con la opinión de Forbes República Dominicana.