El reciente anuncio del presidente de los Estados Unidos sobre la imposición de aranceles recíprocos de hasta el 50% a las importaciones extranjeras ha generado una oleada de incertidumbre en la economía global. Esta postura, que busca imponer tarifas espejo a cualquier país que grave productos estadounidenses, representa un giro drástico respecto al sistema de […]
El reciente anuncio del presidente de los Estados Unidos sobre la imposición de aranceles recíprocos de hasta el 50% a las importaciones extranjeras ha generado una oleada de incertidumbre en la economía global. Esta postura, que busca imponer tarifas espejo a cualquier país que grave productos estadounidenses, representa un giro drástico respecto al sistema de comercio internacional basado en acuerdos multilaterales que han regido por décadas. El impacto de esta política puede ser profundo, afectando tanto a aliados estratégicos como México, la Unión Europea y China y por supuesto a economías emergentes.
Históricamente, EU ha mantenido un régimen comercial flexible, adaptando aranceles según acuerdos bilaterales y multilaterales que consideran las particularidades de cada socio comercial. Trump, sin embargo, propone eliminar estas diferencias mediante una política de reciprocidad extrema: si un país cobra un impuesto a las importaciones estadounidenses, EU responderá con un arancel equivalente. Este enfoque ignora la complejidad de las estructuras fiscales globales, particularmente en relación al Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Trump argumenta que el IVA, aplicado en muchos países, actúa como un “arancel oculto” para los productos estadounidenses, ya que EU no cuenta con un impuesto similar a nivel federal. Este razonamiento, aunque simplista, podría llevar a la imposición de tarifas adicionales sobre productos provenientes de países con IVA, afectando directamente a economías dependientes del comercio con EU, como México.
México, como principal socio comercial de EU, sería uno de los países más afectados por esta política. A pesar de que el TMEC establece límites claros para la imposición de aranceles, una política unilateral de EU podría generar tensiones significativas y potenciales disputas comerciales. Sectores clave como el automotriz, agrícola y manufacturero enfrentarían mayores costos de exportación, lo que afectaría la competitividad de las empresas mexicanas en el mercado estadounidense.
Además, las inversiones extranjeras directas, que en gran parte se orientan hacia México por su acceso preferencial al mercado de EU, podrían verse mermadas ante la incertidumbre comercial, afectando el crecimiento económico y el empleo.
Otro punto crítico en la agenda de Trump 2.0 es su intención de combatir los subsidios gubernamentales extranjeros y las barreras no arancelarias que, según él, perjudican a las empresas estadounidenses. Esta postura podría desencadenar una ola de represalias por parte de otros países, intensificando las tensiones comerciales. Los subsidios a industrias estratégicas como la agricultura, la energía y la tecnología, comunes en economías como la de la UE y China, serían objetivos principales, lo que abriría múltiples frentes de disputa.
La imposición de aranceles recíprocos y la lucha contra subsidios extranjeros podrían dar lugar a una nueva era de proteccionismo global. Los países afectados podrían responder con medidas similares, lo que resultaría en una contracción del comercio internacional, aumento de costos para consumidores y empresas, y una posible desaceleración económica global. La fragmentación de las cadenas de suministro, que ya enfrentaron desafíos durante la pandemia, podría agravarse, afectando sectores clave como el tecnológico, automotriz y de bienes de consumo.
Para empresas multinacionales, la incertidumbre generada por estas políticas exigirá una revisión de sus estrategias de suministro y mercados objetivo. La diversificación de riesgos mediante la relocalización de operaciones o la búsqueda de nuevos socios comerciales será esencial para mitigar el impacto de una posible guerra comercial.
Ante este escenario, México y otros socios comerciales de EU deben prepararse para enfrentar las potenciales turbulencias. La diplomacia comercial, la búsqueda de alianzas estratégicas y la diversificación de mercados serán fundamentales. Además, los gobiernos deberán fortalecer sus marcos legales y capacidades de negociación para defender sus intereses en posibles disputas ante la Organización Mundial del Comercio.
Las empresas, por su parte, deberán adaptarse a un entorno cada vez más incierto, invirtiendo en innovación, eficiencia operativa y explorando nuevos mercados para reducir su dependencia del comercio con EU. La resiliencia será clave en un contexto donde las tensiones comerciales podrían convertirse en la nueva norma.
Por Arlene Ramírez Uresti
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