A lo largo de la historia, en el desarrollo de buenas prácticas empresariales, diversas PYMES establecen cuáles son los valores sobre los que fundamentan su propósito; pero rara vez observamos si hay un vínculo entre esos valores, el posicionamiento de marca en la percepción de sus grupos de interés (clientes, proveedores, socios, inversionistas, bancos e […]

A lo largo de la historia, en el desarrollo de buenas prácticas empresariales, diversas PYMES establecen cuáles son los valores sobre los que fundamentan su propósito; pero rara vez observamos si hay un vínculo entre esos valores, el posicionamiento de marca en la percepción de sus grupos de interés (clientes, proveedores, socios, inversionistas, bancos e incluso vecinos) , y como ello impacta en la fidelización de mercados para lograr una monetización sustentada. 

El negocio de la confianza y la reputación en un mercado altamente competido toman cada día mayor valor, por lo que la ética tiene un sentido de valor en recursos financieros por encima del valor filosófico o semántico. Comenzaré por reflexionar: ¿Cómo percibe un mercado internacional a las PYMES en el Salvador, en Honduras o Nicaragua? -por plantearlo a manera de ejemplo- o ¿cómo percibe un potencial cliente la posibilidad de hacer negocios o instalar una planta de producción en México, Costa Rica o Panamá? 

Hay una serie de variables de conforman y sustentan esa reputación y confianza, comenzando por el marco regulatorio de cada país; el Banco Mundial anualmente publica su análisis “Hacer negocios en…” donde califica la facilidad para desarrollar empresas con base a una serie de indicadores que van desde la gestión de permisos, el entorno político, el entorno económico y el talento humano (por mencionar algunos); pero ¿quién o como medimos la confianza y reputación en una PYME?; en muchas ocasiones es por referencia, por recomendación o porque escuchamos algo sobre esta empresa que no está necesariamente relacionado con su propuesta de valor, sino con su trayectoria. 

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Hablemos genéricamente de industrias, la percepción en el mundo de la moda con respecto a marcas italianas quizá sea radicalmente a las marcas centroamericanas; y con alta probabilidad la percepción sobre una marca de electrónica japonesa sea muy diversa a una tecnología creada en nuestra región; y no tiene que ver con la calidad del producto, probablemente en varios países encuentras empresas con la misma calidad en el mismo sector, por ello la gestión de la percepción con base a confianza y reputación, es un factor clave y por tanto una oportunidad para lograr diferenciar al tiempo de posicionar aquellos productos o servicios de alto valor agregado que muchas PYMES producen en Centroamérica. 

Los puntos anteriores me llevan a plantear la integración de modelos de gestión basados en reputación y confianza para crear lo que podemos denominar “la organización expresiva”, ello implica construir una metodología de administración de marca (desde el interior de cada empresa) para su posicionamiento mercadológico, ¿sencillo?, quizá, pero laborioso…   crear este modelo puede llevar desde planear los modelos de comunicación interna, hasta lo que dicen de nosotros clientes y proveedores; aspectos que se nos pueden ir de la mano fácilmente, por ejemplo ¿qué sucede si un empleado está molesto con la empresa y decide transmitir en vivo en redes sociales, expresar aspectos quizá ciertos, quizá no, pero él o ella sostiene su verdad y encima se viraliza? ¿cómo atendemos estas crisis?, pero también como las prevenimos. 

El reto es grande, pero también es divertido, por ello te invito a dar un paso a la vez, valuando la reputación y confianza y su impacto en los estados financieros, para posteriormente crear y ejecutar el plan que sostenga la percepción generada en los mercados. 

Por Sam González 

*El autor es CEO Fundación E 

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